Elecciones Ecuador

Estimadas/os compas:

La primera vuelta electoral (7/febrero) terminó en un escandaloso fraude que excluyó a quien representó la posibilidad de una tercera opción, ni neoliberal ni populista. Es que esta “democracia” no admite la irrupción de los sectores populares. La candidatura de Yaku Pérez recogía la lucha de resistencia anti-neoliberal y anti-autoritaria indígena y popular; el movimiento de Octubre de 2019 en los componentes disruptivos que podía contener; y quizá podría construir un programa democrático alternativo con elementos indígenas, comunitarios, feministas, ambientalistas, de los trabajadores, los campesinos y los sectores populares. Por primera vez la lucha social se tradujo en acumulado electoral, en Pachakutik incluso más allá de las presidenciales.

El fraude electoral no es patrimonio ecuatoriano, ni mucho menos. Solo basta recordar la victoria de George Bush sobre Al Gore; la práctica del PRI con su “tapado” y su “dedazo”, o el timo con el que “triunfó” Felipe Calderón y dejaron de lado a AMLO; que, entre otros episodios, señalan algunos de los límites de la democracia representativa. Pero hace cuatro años en Ecuador también el entonces candidato oficialista Lenin Moreno ganó las elecciones con “ayuda” del Consejo Nacional Electoral, según reconoció una vez posesionado un asesor presidencial.

Por eso el pacto oligárquico Nebot-Correa volvió a funcionar. Los finalistas del tongo fueron Andrés Arauz y Guillermo Lasso.

Guillermo Lasso representa la declarada persistencia del programa neoliberal pro-empresarial que con matices se aplicó desde los años 80 hasta la actualidad, incluso con fuertes continuidades durante la llamada “revolución ciudadana” (pese a la retórica). Es el representante de la derecha oligárquica, es decir, del capital monopólico interno y transnacional (de EEUU y el FMI), y del conservadurismo social (miembro del Opus Dei). Las propuestas fundamentales son eliminar impuestos, libre comercio, privatizaciones (combustibles, salud,…), liberalización bancaria, cambiar el ingreso a las universidades, entre otras. Ha sido banquero y súper-ministro de Mahuad, esto es, cómplice del feriado y del salvataje bancario (1999), especulador con CDRs (papeles entregados a cambio de los depósitos, que los titulares tuvieron que vender a costa de perder un porcentaje significativo de su dinero), aportante de la primera campaña de Rafael Correa, apoyo de la política económica de Lenin Moreno y de la represión anti-popular.

Andrés Arauz, candidato impuesto a dedo por el caudillo (como antes Lenin Moreno), solo puede representar la búsqueda de impunidad y la lumpen-acumulación del grupo emergente, esa neo-burguesía “progresista” y conservadora que pretende continuar su acumulación originaria de capital desde el poder político, que arrastra a sectores pequeño-burgueses arribistas a la caza de dinero y “oportunidades”, que encarama el interés de otros capitales imperialistas (en especial China, UE, Rusia), así como las trans-latinas (ejemplo Odebrecht), y capitales monopólicos nacionales (Eljuri, Nobis,…). Desde una visión tecnocrática, las propuestas giran en torno al desarrollismo, a una mayor intervención del Estado en la economía (olvidando el carácter de clase de esa institucionalidad), a la continuidad primario-exportadora, extractivista (como si 300 años no fueran suficientes). Lo principal de su currículum es haber hecho carrera de burócrata “dorado” en el gobierno anterior con súper-prebendas, muy al estilo de otras experiencias. El apoyo de sectores oligárquicos (como Isidro Romero Carbo) confirma el carácter neo-derechista de la candidatura de Arauz. A su vez el apoyo del Presidente de la CONAIE es una expresión más del divisionismo en las organizaciones sociales que ha practicado el correísmo (que creó su propia central de trabajadores, CUT; su sindicato de maestros, Red; que atrajo a la Fenocin para dividir a los indígenas; etc.)

Un posible triunfo de Arauz será la continuidad del gobierno de Correa, aquella “caricatura de revolución” (al decir del Che) que restauró la hegemonía burguesa y modernizó el capitalismo periférico, que tuvo en el capital monopólico y los bancos a los grandes ganadores, que concesionó el petróleo (a empresas chinas, gringas, europeas, incluso entregó a la Schlumberger el campo Auca, uno de los más productivos que tiene Petroecuador), la minería (a chinos y canadienses), las telefónicas (al duopolio Claro-Movistar), carreteras, puertos, aeropuertos, que atacó y privatizó la educación y la salud públicas, que recibió apoyos de capitales de dudoso origen, que firmó el TLC con la UE, etc. Continuó y acentuó el “endeudamiento agresivo” de antes para mantener inflado el gasto cuando el boom había terminado. La máxima propuesta de Correa fue pasar del petróleo a la mega-minería (impuesta manu militari) sin importar las afectaciones sociales y ambientales correspondientes. En medio de alardes fascistoides y represivos en contra de los sectores populares y de oposición, extendiendo el miedo y restringiendo las libertades públicas, con presos, enjuiciados, hasta dirigentes asesinados (Bosco Wisuma, José Tendetza, Fredy Taish, entre otros). Forjó un nuevo bloque de clase en el poder: el capital imperialista (chino, europeo, brasilero,…) + el capital monopólico interno + el grupo en ascenso que hizo su acumulación primitiva desde el poder. El segundo boom petrolero de la historia fortaleció al capital monopólico (contratos, deuda, corrupción que superó la anterior, despilfarro,…), pero había tanto que alcanzó para legitimar el nuevo proyecto de dominación de clase: bonos para pobres, mejores salarios, disminución de pobreza, a cambio de precarización laboral, congelamiento salarial, asalto a la seguridad social, ataque a la organización popular independiente; aumento de la capacidad de consumo sin cambios estructurales; es decir, mejoras que dependieron del boom, sin posibilidad de sostenerse en el tiempo. En esa perspectiva se ubica el uso/expropiación de la retórica de izquierda, que sirvió para encubrir tal proyecto. Rafael Correa se rifó una oportunidad histórica: se dilapidó y se robó ese segundo boom petrolero sin cambiar la matriz productiva, sin topar la estructura de poder ni de propiedad.

Por todo lo dicho, en esta segunda vuelta electoral evidentemente el pueblo no tiene opción. Estamos entre el cáncer y el corona-virus, una vez más. Por lo que se impone anular el voto como forma de rechazo a la institucionalidad que expresa el interés de la clase dominante de forma excluyente y contra las prácticas corruptas y fraudulentas que la caracterizan.

Pero hacia adelante el pueblo debe construir una opción propia, con independencia y radicalidad. A partir de la oposición frente a quien resulte electo, con la legitimidad ganada en la resistencia, efectivamente debemos construir una opción que supere al neoliberalismo y al populismo. Una opción de los pueblos y nacionalidades, de las mujeres, de las diversidades, de los trabajadores, de los campesinos, de los sectores democráticos, del conjunto del campo popular. Una opción por un futuro diferente, por un país diferente, en el que todos/as/es quepamos con dignidad humana y soberanía colectiva.

Fraternalmente,

Andrés

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